jueves, 15 de mayo de 2008

Hola a la Trinidad 1


Año 1. Día 4.
Mi primer día fuera del sanatorio transcurrió con cierta normalidad. Como dije, mi abuelo Pichi nos llevó a todos -incluyendo a María, que nos va a ayudar todos los días- a casota. El 13 resultó un día bastante templado y muy soleado. El viaje, tranquilo.
En casa, me presentaron a mi perro Psycho, un bretón hermoso y juguetón de casi 10 años, que me olfateó hasta cansarse. ¡Cómo vamos a jugar en cuanto pueda...!
Mi hermano Manu estaba en el Jardín o sea que durante casi todo el día la atención estuvo centrada en mí. Pero las cosas empezaron, digamos, problemáticas. El armado de la practicuna que me regaló la abuela Katty fue todo un tema, pues la muy caprichosa no se quedaba quieta y se desmoronaba. Todos se pusieron nerviosos; en especial, Mamá -que le echaba la culpa a Papá por no haberla armado antes- y Papá -que se defendía argumentando que ella podía haberla dejado armada cuando la probó hace unos días-.
Minutos de tensión que se disiparon cuando finalmente Papi, luego de transpirar e insultar a los dioses, logró instalarla.
El día transcurrió con cierta calma, sólo interrumpida por los ladridos y gemidos de Psychote, que quería entrar a la habitación de mis Papis -mi nuevo alojamiento-, puesto que me consideraba un invasor de su anterior territorio.
Después llegó Manuel del Jardín y todo siguió bien, aunque a mi hermano no le causara mucha gracia verme mamando. Como prometí, me dediqué a descansar y tomar mucha teta. Eso hice: todo el día y toda la noche. De todos modos, hoy día 14 habíamos quedado con mi pediatra Marcelo en presentarnos al sanatorio para hacer un control de la bilirrubina.
A la mañana, Papá y Manuchito fueron al Jardín y al trabajo. Mami y yo partimos hacia el sanatorio a hacernos el chequeo.
Sorpresivamente, pese al descanso y a la buena alimentación, los niveles de bilirrubina incluso habían subido. Marcelo fue terminante: iba a tener que quedarme en observación y a recibir generosas sesiones de lámpara en Neonatología. Por lo menos 48 horas, después de eso se vería qué curso habría que tomar.
Para Mamá fue un brusco volver a vivir situaciones que creía habían quedado en el pasado del nacimiento de Manu, que pasó 36 días entre las terapias intensiva e intermedia.
Claro que no era lo mismo; en mi caso, se trataba de terapia mínima. Pero para ella resultó muy fuerte. No se lo imaginaba. No podía creer que nos pasara esto, que esto le sucediera de nuevo. Lo tomaba como una maldición. De pronto, se encontraba otra vez en el mismo lugar, nuevamente dejando su leche en frasquitos para que me alimenten a la noche.
Para Manuel también significó un impacto. Si bien mucho todavía no me aprecia, tampoco quiere que yo desaparezca del mapa. Cuidado con lo que deseás, que se te puede cumplir, debe haber pensado y seguramente se asustó de lo que los deseos pueden lograr.
No hay fotos de este día, pero la imagen transmite bastante bien lo que sentían todos. Yo, la verdad, mucho no me di cuenta de lo que pasaba.

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Un montón de amiguitos

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