09/06/08
Año 1. Día 30.
Para ser francos, me acuerdo poco o nada de lo que aquí se relata. O sea que siendo yo el foco del problema, el problema se lo hacían los demás. Para el caso, tampoco importa, ¿no?
Todo se dio bastante rápido. A ver...
Y yo desnudo. Muy poco sexy, oh, sí, Señor.
Esperamos todos. A veces, me adormezco, sueño con vaya a saber qué cosas que ni siquiera aprendí a nombrar. Otras veces, me despierto y escucho lo que sucede. A lo lejos, la atención en recepción de la guardia, gente que tose, algún nene que llora. Aquí nomás, a mi lado... tengo varios papás.
Un Papá que se siente de hielo, insensible, despreocupado, trazando mil hipótesis que relativizan o subestiman los motivos de la internación.
Ese es mi Papi; sí, Señor, un cubito recién sacado del freezer.
Un Papá que se siente de flan, aterrado, con miedo a todo; a lo que me pueda pasar, a lo que él no sepa hacer o no haga a tiempo. Con pánico a la sola idea de que me pase algo y él, por haber estado atendiendo a mi hermano Manu en demasía, no me haya llegado a conocer.
Ese es mi Papi; sí, Señor, un budín recién sacado del horno.
Mi Mamá se deja tranquilizar por Papá 1 y, segundos después, sin solución de continuidad, consuela a Papá 2.
Los minutos pasan. Vamos a Radiología y me toman una placa.
Más minutos.
Me vuelven a tomar la temperatura. El antipirético funcionó.
Minutos por aquí y por allá.
Administración dice que no hay camas disponibles; mi pediatra promete conseguir una; Pediatría dice que Sí, pero que No; Administración ahora dice que Sí, pero que espera el OK de Pediatría; mi pediatra dice que ya está; Pediatría dice que en cualquier momento...
Y yo sigo ahí, esperando, sin saber lo que pasa.
Lo único cierto es que recién varias horas después llegué a una cama de verdad. Mamá se quedó conmigo todo el tiempo. Papá fue al Jardín a buscar a Manuel, que se puso pálido ante la noticia: un poco porque le dio miedo y otro poco porque no le gusta despegarse ni un segundo de mi Mami.
Y aquí estamos.
El mundo sigue andando.
Año 1. Día 30.
- A veces no hay nada para decir.
- A veces, mejor no decir nada.
- A veces hay que decir lo que uno cree.
- A veces, lo único que se puede decir es que...
Para ser francos, me acuerdo poco o nada de lo que aquí se relata. O sea que siendo yo el foco del problema, el problema se lo hacían los demás. Para el caso, tampoco importa, ¿no?
Todo se dio bastante rápido. A ver...
- Día con mucho noni y poca teta. Noche con mucho más noni y menos teta aún. Y algunos quejidos leves y extraños.
- Papis que se van a dormir bastante inconscientes de lo que sucede.
- Papá que se va a su sesión de psicoanálisis, Mamá que se queda con la cabeza trabajando y pensamientos que no cierran.
- Termómetro, temperatura, llamado al pediatra, partida a la guardia.
- Mami y Papi se encuentran en la guardia del Sanatorio de Trinidad. No saben qué sucede y se ponen nerviosos. Tienen miedo. No hay otros síntomas -salvo la piel reticulada- y eso los desorienta más.
- Luego de una larga espera, el pediatra de guardia me atiende, suministra un antipirético y consulta a mi médico personal. Demasiada temperatura para un bebé que no llega al mes. Todos recomiendan una internación en observación en el pabellón de Pediatría del 2º piso.
Y yo desnudo. Muy poco sexy, oh, sí, Señor.
Esperamos todos. A veces, me adormezco, sueño con vaya a saber qué cosas que ni siquiera aprendí a nombrar. Otras veces, me despierto y escucho lo que sucede. A lo lejos, la atención en recepción de la guardia, gente que tose, algún nene que llora. Aquí nomás, a mi lado... tengo varios papás.
Un Papá que se siente de hielo, insensible, despreocupado, trazando mil hipótesis que relativizan o subestiman los motivos de la internación.
Ese es mi Papi; sí, Señor, un cubito recién sacado del freezer.
Un Papá que se siente de flan, aterrado, con miedo a todo; a lo que me pueda pasar, a lo que él no sepa hacer o no haga a tiempo. Con pánico a la sola idea de que me pase algo y él, por haber estado atendiendo a mi hermano Manu en demasía, no me haya llegado a conocer.
Ese es mi Papi; sí, Señor, un budín recién sacado del horno.
Mi Mamá se deja tranquilizar por Papá 1 y, segundos después, sin solución de continuidad, consuela a Papá 2.
Los minutos pasan. Vamos a Radiología y me toman una placa.
Más minutos.
Me vuelven a tomar la temperatura. El antipirético funcionó.
Minutos por aquí y por allá.
Administración dice que no hay camas disponibles; mi pediatra promete conseguir una; Pediatría dice que Sí, pero que No; Administración ahora dice que Sí, pero que espera el OK de Pediatría; mi pediatra dice que ya está; Pediatría dice que en cualquier momento...
Y yo sigo ahí, esperando, sin saber lo que pasa.
Lo único cierto es que recién varias horas después llegué a una cama de verdad. Mamá se quedó conmigo todo el tiempo. Papá fue al Jardín a buscar a Manuel, que se puso pálido ante la noticia: un poco porque le dio miedo y otro poco porque no le gusta despegarse ni un segundo de mi Mami.
Y aquí estamos.
El mundo sigue andando.
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